domingo, 5 de agosto de 2018

Lalaith Quetzalli Caresi

                                                                  Quetzal de Plata:                                                                            Se dice que hace siglos, en lo que algún día habría de convertirse en Tula, Hidalgo, existió un pueblo que fue muy afortunado, pues eran gobernados por un hombre que adoraba a su gente más que nadie. Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl era conocido como un valiente guerrero, un devoto sacerdote, un dedicado gobernante; algunos hasta aseguraban que era un dios. Hasta el día en que Tezcatlipoca, movido por la envidia hacia aquel hombre que parecía tenerlo todo y el pueblo que tan fielmente lo seguía, urdió un plan para deshacerse de él. Un plan que tuvo éxito, pues Quetzalcóatl desapareció sin dejar rastro, su gente cayendo en desgracia tiempo después. Pero cuenta la leyenda que ese no ha de ser el final, que un día Quetzalcóatl volverá, como un hombre barbado, que llegará del Este, y devolverá a su pueblo todo aquello que perdieron hace tanto. Y no estará solo, tendrá a su lado a aquellos más leales, y en especial, a aquella que siempre lo ha amado… su hermosa flor, su Xochiquetzal. En la actualidad, el mundo ha olvidado mucho de lo que alguna vez se consideró historia, relegándolo a poco más que cuentos y leyendas. Incluso aquella que lleva al poder en su sangre, ignora su realidad, su destino, aunque ésto no evitará que se enfrente cara a cara con aquel. Porque el momento ha llegado. Quetzalcóatl ha de regresar a cumplir todas sus promesas; pero Tezcatlipoca no es de aquellos que aceptan fácilmente su derrota. En esta guerra milenaria, la victoria requerirá más que fuerza física, se tratará de la fortaleza del espíritu, la voluntad, y una aceptación de todo lo que hace a una persona, no sólo en cuerpo, sino en mente y alma.


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