Danielle Pinault
Los Amantes de Judea: Otra
noche se levantó, bajo esa misma luna, en ese mismo silencio, con esos mismos
olores. La puerta no estaba cerrada. Por debajo de ella se adivinaba una tenue
luz. Empujó y entró. La llama del candil se elevaba recta en la penumbra.
Extendido sobre su estera, él la esperaba. Se enderezó apoyándose sobre un codo
cuando ella entró. Tenía las pupilas tan dilatadas que sus ojos parecían negros
y le daban a su mirada un brillo misterioso. Estaba desnudo. Con manos
temblorosas, ella se soltó las trenzas. Sus cabellos la envolvieron como un
manto. Cuando llegó el momento de quitarse la túnica, sin embargo, se apoderó
de ella un último temor. —Apaga el candil... —suplicó. Sara,
una joven judía adorable y tierna, solo tiene quince años y ha enviudado. Su
esposo murió trágicamente pocos meses después de las alegres festividades de la
boda y ella, desolada, regresa a la casa de su madre, en Jericó. Su destino
parece estar marcado, pero el azar hará su obra para trastornarlo por completo. A la
vera del camino que une Betania y Jericó, Sara se encuentra con un joven que
yace herido y moribundo. Se llama Lucius y es legionario romano. En la Judea gobernada por el rey
Herodes, los romanos y los judíos son enemigos. Sin embargo, ignorando tal
enemistad, Sara elige salvar a Lucius y cuida de él durante días. En esas
largas horas de intimidad, entre la joven judía y el joven romano nace un
sentimiento al que no tienen derecho: un amor luminoso, aunque condenado. Si
Sara y Lucius, criminales ante los ojos de sus respectivas comunidades, son
descubiertos, deberán someterse al juicio inapelable de los hombres.
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