Victoria Holt
El Señor de Far Island: La
pesadilla la había perseguido durante distintos momentos de su vida. Se veía
llegando a una habitación con chimenea y un cuadro de una tormenta en alta mar,
hasta que, de pronto, su tensa espera se veía rota por el giro del pomo de la
puerta y una sensación de temor se apoderaba de cada fibra de su cuerpo. En ese
instante. Ellen se despertaba, aterrada más por la inminente
atmósfera de fatalidad que desprendía el sueño que por los detalles, en sí nada
extraordinarios, de la escena vivida.Que la
imagen fuera recurrente, pensaba Ellen, podía no ser más que una forma
de expresar la angustia acumulada a lo largo de su corta vida. Huérfana desde
temprana edad, su tía Agatha había cumplido con la promesa de acogerla
hasta que se convirtiera en una señorita, aunque no sin dejar de recordarle los
escándalos en los que se había visto envuelta su difunta madre y la enorme
gratitud que tenía la obligación de sentir hacia la familia que había decidido
protegerla. Pero pensándolo bien, en muchos aspectos, la vida de Ellen había
sido un rosario de obstáculos, que, afortunadamente, parecían estar a punto de
acabar. O, al menos así lo creía Ellen, tras recibir la propuesta de
matrimonio del apuesto heredero de los Carrington. Sin embargo, sólo sería el
punto de partida de una vida sembrada de amores intensos y reencuentros con un
doloroso pasado.Ellen Kellaway recibió la carta de Far Island
en un momento crucial de su vida, en el período de abatimiento e incertidumbre
en que la había sumido el suicidio de su prometido. Quizá no fuera una
simple casualidad que la historia de su padre irrumpiera en su joven vida. Ellen Kellaway no podía
olvidar que su madre había abandonado a quien fuera su marido. Cuan extraño le
resultaba que el nombre de aquél volviera a la luz tras largos años de olvido.
Pero era algo incuestionable. La invitación para visitar los dominios del señor
de Far Island estaba
hecha y Ellen debía
tomar una decisión al respecto que podría cambiar, significativamente, los
horizontes de su destino. Nadie le había hablado de aquel
lugar, el hogar de su padre, pero Ellen aceptó la invitación de Jago Kellaway y
emprendió el viaje a la isla de la que había huido su madre. Y en Far Island
halló respuesta al sueño que la había perseguido durante toda su vida.
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