Mary Reed McCall

                                                                              Serie Los Caballeros Templarios                                    3- La Seducción Del Templario:                                                                                Atado a la Decepción…

Capturado por un poderoso Lord inglés y sentenciado a la horca por asesinato, el errante Caballero Templario Sir Alexander de Ashby poco tiene en este mundo por lo que preocuparse y nada más que perder. En una tregua de último minuto, sus captores le ofrecen una oportunidad poco ortodoxa para sobrevivir… un trato como ninguno que jamás hubiese imaginado. Debe estar de acuerdo en personificar al Conde de Marston, un simpatizante escocés quien murió después de años en custodia inglesa —un hombre con el cual Alex comparte un inquietante parecido―. Solo infiltrándose en los límites del castillo de Marston y espiando para los ingleses, Alex ganará su libertad. Pero primero tiene que convencer a la gente de que su Señor ha regresado… y a la hermosa prometida escocesa del Conde que su legítimo lugar está en su cama.

Salvada por el Amor…

Habiendo estado recién casada cuando su esposo fue capturado, Lady Elizabeth está muy feliz de que los rumores de su muerte luego de su largo cautiverio fueran falsos —incluso cuando es atemorizada y luego seducida por el apasionado hombre que aparentemente ha vuelto a casa con ella. Aunque él es diferente en ciertas maneras del esposo que había conocido antes, Beth reprime sus dudas, acogiendo al pícaro “Conde” de vuelta en su corazón. Poco sabe ella que el apuesto impostor pretende desaparecer una vez que su misión esté cumplida. Y aún escapar puede resultar imposible para él, incluso después que su secreto sea revelado, ahora es Alexander quién ha sido hechizado por esta dama orgullosa y extraordinaria… hasta que desea nada más que vivir — y si debe hacerlo morir— para poder protegerla y quererla a cambio. Ella se ha convertido en su razón para sobrevivir, su glorioso amor sosteniéndolo y ayudándolo a redimir los pecados de toda una vida, mientras rinde su propia alma y su corazón ante ella.