miércoles, 13 de mayo de 2020

Edith Wharton

                                                                             La Solterona:                                                                            Nueva York, mediados del siglo XIX. Charlotte Lowell confiesa a su prima Delia que es madre de una hija secreta, nacida de una breve relación amorosa con un hombre que apareció fugazmente en su vida. Los celos de Delia hacia la relación que Charlotte tuvo con ese hombre y los sacrificios que Charlotte está dispuesta a hacer por su pequeña, hacen su aparición y determinan el curso de la historia. Charlotte renunciará a casarse, convirtiéndose en una solterona y Delia se hará cargo de la niña, sin que ésta conozca quien es su verdadera madre. Melodrama en estado puro. Sin embargo, lo que convierte a -La solterona- es un excelente relato es la inteligente neutralidad con la que está escrita. Aquí no hay ni buenos ni malos: las reacciones o actitudes de las protagonistas son producto de una sociedad puritana, cerrada, de creencias éticas inamovibles, contra la que no pueden o no quieren luchar, ni se atreven a enfrentar, prefiriendo una vida de secretismos y apariencia.


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