domingo, 24 de enero de 2021

Susanna Kearsley

                                                                      Mar de Invierno:                                                                              Los agrestes acantilados de Escocia preservan una hermosa historia de amor.

La joven escritora Carrie McClelland visita una pequeña localidad escocesa donde había vivido una de sus antepasadas, en busca de documentación para preparar su futura novela histórica. Se instala en el pueblo y conoce a tres hombres muy atractivos, uno de los cuales tiene el rostro que había imaginado para su protagonista. Aquellos parajes, el castillo en ruinas, le resultan insólitamente familiares y, en una especie de trance, Carrie comenzará a escribir «al dictado » una historia de amor, traiciones e intriga ocurrida trescientos años atrás.  

1 comentario:

  1. Susanne Kearsley, "Mar de Invierno"

    Había leído “Amor contra el viento”. Me gustó tanto que indagué sobre otras novelas de la autora. De esta suerte di con “Mar de Invierno” que me ha gustado aún más. No es una novela “linda”. Me resultó intrigante al principio y más adelante, conmovedora, sin ser cursi.

    Narrada en dos tiempos, uno, el contemporáneo, el “real”, es la historia de Carolyn McClelland, novelista histórica que se traslada a Cruden Bay, en la costa escocesa, para escribir sobre el poco conocido intento de invasión de Jacobo II en 1708, organizado por Nathaniel Hooke y con apoyo de los franceses.

    Carolyn se instala en las cercanías de Slains, un castillo en ruinas que fue escenario de parte de esa conspiración. Su propósito es tomar contacto con el ambiente para escribir con mayor precisión sobre el lugar y ubicar adecuadamente a sus personajes, quienes despliegan su existencia en el siglo XVIII. Ese segundo tiempo narrado es la historia de Sophia y de cómo se ve afectada por la conspiración jacobita. De forma casi imperceptible, notamos que tales personajes ficticios parecen cobrar vida propia, más allá de la sensibilidad de Carolyn, como si ofrecieran voluntariamente testimonio, orientando su pensamiento y narración.

    Nos encontramos, entonces, con dos historias. El relato histórico me resultó más apasionante que el contemporáneo, pese al ritmo lento que impone Kearsley a todo su novela. La doble trama es muy interesante, además de hermosa, pero con una belleza discreta, sin ostentación. De este modo, casi con cautela, van floreciendo dos historias de amor. Una en cada tiempo novelado.

    Hay magníficas descripciones del ambiente, además de precisas pero sencillas explicaciones de los sucesos histórico-políticos. Llega una a sumergirse en la geografía, a respetar las pendientes de los acantilados, a resentir el frío o a suspirar por las fragancias de las lilas; a detestar al jardinero del castillo. El sonido del mar se nos hace rutinario mientras detenemos la mirada en la fuerza de las olas y en la espuma que estalla cuando aquellas chocan entre sí. Siguiendo a Sophia, recorremos senderos tallados en la costa escocesa. O acompañamos a Carolyn, quien sorprendida a veces constata cómo aquellos caminos y paisajes se han modificado con el paso de los siglos.

    Kearsley es una escritora muy buena. No todas las autoras de RH logran meternos de lleno en el tiempo y lugar donde se suceden los hechos; algunas ni siquiera lo intentan. Hay partes verdaderamente intrigantes y cada vez que en mi lectura se producía el cambio entre la narración histórica y el presente novelado (o viceversa) sentía alivio y alegría pues finalmente podía ver cómo seguía su curso la otra historia, la que soportaba a la anterior.

    Cuando terminé el libro, descubrí que tenía un rato llorando, sobre todo por el relato del siglo XVIII. Sentí mucha nostalgia; me conmovió la delicadeza de la autora quien trazando su bordado en hilo de plata, enhebró, en precioso círculo y de manera magistral, las dos historias de amor.

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